4/12/23

Proyecto de irrigación Iruro: ¿cuándo inicia la construcción de la represa para Arequipa y Ayacucho? - Hidroboletín Fentap 4356

 Lunes, 4 de diciembre de 2023 – Año XVII – Edición 4356 – http://hidroboletinfentap.blogspot.pe


Proyecto de irrigación Iruro: ¿cuándo inicia la construcción de la represa para Arequipa y Ayacucho?

Se trata de una represa que proveerá agua para los ciudadanos de las regiones Arequipa y Ayacucho, según detalló Midagri. ¿Cuál es el impacto significativo que tendrá la obra?

El proyecto de irrigación Iruro estará situado entre las regiones de Arequipa y Ayacucho. Esta obra de gran envergadura tenía como objetivo agregar alrededor de 10.250 hectáreas bajo sistema de riego. Sin embargo, experimentó varias interrupciones a lo largo del tiempo. De acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), finalmente se habría destrabado el ansiado proyecto.

¿En qué consiste el proyecto de irrigación Iruro?

Según información del Midagri, se trata de una represa que otorgará agua para ciudadanos de la provincia de Caravelí, en Arequipa, y la provincia de San Juan de Lucanas, en Ayacucho.

La construcción de la represa Iruro, en el distrito de Acarí, tendrá una capacidad de embalse de 61 millones de metros cúbicos, conducción de 35.7 km y una mejora de 89 km de canales.

Las metas primordiales del proyecto incluyen no solo la edificación de la represa Iruro, sino también la implementación del sistema de captación (bocatoma) y desarenador, el canal principal de conducción mediante tubería reforzada, así como diversas estructuras, como 16 tomas principales, canaletas, 9 sifones, zanjas de drenaje, cunetas de coronación y puentes vehiculares, entre otros elementos.

Proyecto de irrigación Iruro: ¿cuántos ciudadanos se beneficiarán?

Con la construcción de la represa Iruro y el canal asociado, se espera mejorar la seguridad hídrica y aumentar la productividad agrícola en estas importantes regiones del Perú. El impacto significativo en el desarrollo agrícola de la región Arequipa se verá con un área beneficiada de 8.071 hectáreas, mientras que, en Ayacucho, se irrigarán 2.178 hectáreas.

a obra beneficiará a 2.665 familias constituidas por productores de olivos de los distritos de Acarí y Bella Unión, provincia de Caravelí (Arequipa), mientras que, con cultivos de pastos para producción ganadera en el distrito de San Juan de Lucanas, provincia de Lucanas (Ayacucho).

Proyecto de irrigación Iruro: ¿cuál es la inversión de la obra?

El financiamiento y la ejecución estarán a cargo del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri). A través de una resolución jefatural, emitida por el Programa Subsectorial de Irrigaciones (PSI), organismo adscrito al Midagri, se aprobó el expediente técnico de Saldo de Obra del proyecto, “Acarí Bella Unión II Etapa de construcción de la represa de Iruro”, Fase 1 de conformidad con la Ley N° 30225 y normas modificatorias. Las obras del proyecto de irrigación demandarán una inversión de S/185,2 millones y su plazo de ejecución es de 610 días.

Asimismo, ya se convocó a una licitación pública para definir a la empresa que hará la obra. 

Proyecto de irrigación Iruro: ¿cuándo inicia la obra de agua para Arequipa y Ayacucho?

En una primera oportunidad, desde el Gobierno anunciaron que la construcción de la represa, que otorgará agua para los ciudadanos de las provincias de Caravelí y de San Juan de Lucanas, se estaría iniciando en el mes de diciembre del 2023. Sin embargo; actualmente se sabe que lo más próximo a llevarse a cabo sería el 2024. https://larepublica.pe/


HIDROREGIONES PERÚ

La sed del Altiplano: sequías y descenso del Titicaca asfixian la economía de agricultores y ganaderos

Cada vez que alguno de sus tres hijos la visita desde la ciudad de Puno, Petronila Chacón ―agricultora de 53 años, trenzas negras, piel tensa― recibe abarrotes, carnes y frutas necesarios para sobrevivir, por lo menos, durante la siguiente semana. Los jóvenes le dan arroz, fideos, panes, pollo, pescado, plátanos y mandarinas que la madre no logra conseguir en su comunidad.

Pero lo más esperado de las encomiendas son los “poronguitos”.

Así llama Petronila a las galoneras que los chicos llevan repletas con lo más ansiado y escaso en Saytococha: agua. Unos recipientes de plástico verde y 10 litros de capacidad que la mujer almacena con recelo en sus cobertizos. Porque en esa comunidad del distrito de Santiago de Pupuja, provincia de Azángaro, en la región altiplánica de Puno, no solo se ha detenido el comercio y ha desertado la juventud para ir a buscar estudios o trabajo a las ciudades.

Allí, sobre todo, no hay agua suficiente para vivir bien.

El problema de la comunidad, además de la falta de un sistema de agua y desagüe, es la ausencia de ríos y, especialmente desde hace unos años, la escasez de lluvias. Las gotas que caen del cielo son la principal fuente de agua en Saytococha.

“¿Ya no habrá lluvia? Cuando intenta llover, el viento lo hace pasar”, dice en quechua Petronila Chacón, quien se queja del mal tiempo para las cosechas. “El año pasado hice papa y recogí un saco de papa. La quinua la helada se lo llevó. No hay avena, ni cañihua”.

Su situación y la del resto de Saytococha se replica a lo largo y ancho de Puno. La disminución progresiva de las precipitaciones, que empezó hace aproximadamente una década, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi), se vive en casi todas las 13 provincias. Son la excepción Sandia y Carabaya, en el límite con la Amazonía.

Y azota, con especial fuerza, a quienes como Petronila Chacón viven de sus cultivos y la crianza de ganados.

Desde hace un par de años el escenario viene empeorando. “En esta temporada última El Niño costero ha originado que tengamos muy poca lluvia”, dice por teléfono Sixto Flores Sancho, director del Senamhi en Puno. “Tenemos un 50% menos del promedio histórico en la temporada de lluvias. Ha llovido poco”.

Para el ingeniero meteorólogo Flores Sancho los motivos de este retroceso son diversos: la crisis climática, los fenómenos de El Niño, La Niña y ahora mismo El Niño costero: “Todos esos fenómenos han contribuido a que las lluvias disminuyan en cantidad”.

Con una década de descenso de las precipitaciones, ya se puede hablar de una época de sequías en la región altiplánica. Así lo afirma Ángela Peña, analista meteorológica del Senamhi de Puno: “Las sequías suceden cuando ya se ve esa disminución de lluvias hace años, es un escenario de hace años”.

Y si bien comenzó a llover en Puno desde hace unas semanas, esto no es suficiente o necesariamente promisorio. El Senamhi prevé que, entre diciembre de 2023 y febrero de 2024, en la sierra sur oriental de Perú, es decir la zona donde están Puno, Ayacucho, Apurímac, Cusco y Arequipa, habrá lluvias por debajo de lo normal. La probabilidad de que esto ocurra es del 43%, poco menos de la mitad.

Tantos años sin agua suficiente han transformado las comunidades puneñas. En Saytococha, Petronila Chacón nota cómo, poco a poco, su hogar se ha ido despoblando. “Había muchas señoritas y jóvenes, pero como ya no hay agua se van a las ciudades a trabajar”, dice la madre de tres hijos que viven en la capital.

La tierra ya no rinde como antes, el alimento viene de las ciudades, muy pocos soportan vivir así, solo los más grandes. “Aquí ya no hay papa, ni chuño, de Juliaca nos traen nuestros hijos cuando nos visitan. Peor están los abuelos en el olvido, a ellos no se los llevan ―dice Petronila Chacón―. Aquí hay pocas personas ahora, solo adultos mayores”.

Cada vez que lo necesitan, los vecinos de la comunidad van hasta la municipalidad de Santiago de Pupuja a comprar agua por un monto de entre 80 y 130 soles. “Ahora hay preocupación en Saytococha. Ahora ya no hay agua, estamos comprando. En cisterna nos traen”, cuenta la mujer. El tiempo que les dura es variable: puede ser dos semanas, tres semanas, un mes.

Las cisternas depositan el agua no potable en unos huecos profundos que los vecinos hacen en la tierra. Los llaman takapis y cuando están llenos parecen lagunas en miniatura u ojos de agua. Pero los takapis tampoco bastan. “Eso también se seca”, se queja Petronila Chacón. Para la gente de Saytococha, el agua es un privilegio fugaz.

La tierra infértil

Godofredo Chacón se mudó desde Saytococha hacia Puno en la década de los noventa. Deseaba “una vida mejor” para su esposa y sus tres hijos. Como muchos padres preocupados, quería que sus niños tuvieran una “buena educación”.

En la capital vivieron juntos por más de tres décadas, hasta que comenzó la pandemia. Entonces, el hombre de 68 años ―para entonces viudo―, decidió volver a su comunidad.

Hoy Godofredo Chacón se arrepiente de esa decisión. Porque ahora, dice, ya no tiene agua.

A pesar de su abatimiento, el hombre ha decidido no declinar. Llegó a tener 40 ovejas, pero solo le quedan dos. Antes criaba 10 vacas y toros y nada más conserva un trío. Ha perdido casi por completo un invernadero con tomates, pepinillos, acelgas, nabos, betarragas, perejil, culantro. Es decir, casi se ha quedado sin productos para alimentarse. Pero nada de esto parece convencerlo de regresar a Puno, donde sus hijos lo reclaman.

“Mis hijos quieren llevarme a la ciudad y ofrecerme una buena calidad de vida, pero creo que no podría acostumbrarme tan rápido ―dice en su lengua materna, quechua―. Sin embargo, la situación es muy preocupante aquí. Ya no hay ningún ingreso de la agricultura ni la ganadería, prácticamente estoy por amor a los animales y al campo”.

El señor Chacón es uno de los tantos ganaderos que ha perdido sus vacunos y también está entre los agricultores que no han conseguido sus cosechas habituales. Según el ingeniero Germán Cutipa, director de Estadística a Informática de la Dirección Regional Agraria de Puno, el alto déficit de lluvias en la región, ocasionó que la campaña agrícola 2022-2023 tuviera una caída del 53% en la producción de los cultivos.

Es decir, la gente de los agricultores puneños cosechó menos de la mitad de sus típicas papas, quinua, cañihua, cebada, avena forrajera. Estos son alimentos para las canastas básicas, alimento de sus ganados y también para vender en los mercados locales. El ingeniero Cutipa traduce las pérdidas en palabras más contundentes: “ha sido una campaña que podemos decir, o denominar, catastrófica”.

Las precipitaciones son cruciales en el Altiplano, pues allí se practica la agricultura de secano, explica la ingeniera del Senamhi, Ángela Peña. Se trata del método de cultivo que no usa ningún sistema tecnificado para regar los campos, sino solo el agua que cae desde arriba.

“Son las siembras que se realizan de acuerdo a la temporada de lluvias”, dice la especialista. “Por ejemplo, aquí la gente sabía qué mes iba a llover, entonces comenzaban a sembrar para que la lluvia haga brotar sus plantas”.

Pero desde hace un tiempo setiembre, octubre, noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo y abril no son más los meses de precipitaciones. Si no, más bien, son épocas de cielos despejados que vuelven la tierra infértil.

El ingeniero Germán Cutipa, sin embargo, tiene noticias algo alentadoras: las siembras de la campaña agrícola 2023-2024 están avanzando mejor que en la campaña anterior.

“A octubre, vamos en un 44,2% del objetivo de la siembra para este año”, dice. Esta cifra representa un crecimiento del 16% en comparación al mismo mes del año pasado. Ha cambiado así, explica el experto, por las precipitaciones que comenzaron a caer en octubre.

“Hasta agosto hasta septiembre no ha habido presencia de lluvias”, señala. “Pero en octubre ya hemos visto algunas precipitaciones pluviales en algunas provincias de la región. [...] Lo cual permite que las siembras de alguna manera se realicen”.

Pero este avance en el sembrío no necesariamente augura una buena culminación de la campaña agrícola. Germán Cutipa toma el ascenso con cautela: si bien la siembra va por buen camino todavía no se puede saber cómo progresará el crecimiento de las plantas y la producción o cosecha.

René Mamani, productor agropecuario de 64 años, es indiferente a las buenas nuevas. En el centro poblado Laro donde vive, en el distrito de Nicasio, en la provincia altiplánica de Lampa, las siembras de este año han ido tan mal como en la campaña anterior.

“Nosotros hacemos papa, cañihua, quinua, pero este año no hay agua”, cuenta en quechua, sentado delante de la laguna Laro Q’ocha, que se ha secado casi por completo. “En temporada seca tampoco se puede remover ni preparar la tierra. No tenemos plata ni para comprar semillas”.

Quien también fue exalcalde de Laro dice que nunca pensó encontrarse en medio de una sequía: “Esta laguna Laro Q’ocha siempre estaba llena”. A veces hay algunas garúas que ayudan a hacer crecer la alfalfa. Con eso, se consuela, están sobreviviendo a duras penas sus ganados.

El descenso del lago Titicaca

Desde que las aguas del Titicaca han comenzado a descender, las casas de Walter Mamani y los demás habitantes de las islas flotantes de los Uros, se deterioran más rápido.

La totora, planta nativa y emblema del lago, aquella con la que las civilizaciones prehispánicas fabricaban desde embarcaciones hasta puentes colgantes, actualmente el material con el que la gente de las más de 130 islas flotantes construye sus viviendas, crece cada vez más pequeña y más débil. Ahora son cañas amarillentas con vetas marrones, que se marchitan antes de las dos semanas.

Walter y sus vecinos no solo levantan sus casas con las totoras. También les sirve para crear las artesanías que venden a los turistas, como forraje para sus animales e incluso como alimento para ensaladas.

“Ahorita estamos cien por ciento escaseados de totora”, dice Walter Mamani, orgulloso habitante de los Uros de 36 años, padre de dos hijos, presidente de la isla Huaynamarca en la que viven cinco familias. “No hay totora por el tema de que ha bajado el agua”.

El gran espejo que refleja a gran escala el dañino efecto de las sequías de Puno es el lago Titicaca. Esta superficie de agua de alrededor de 8.400 km2 ―unas tres veces la superficie de Lima Metropolitana― ha descendido 74 centímetros entre abril y noviembre de este año. Así lo indica el Senamhi, que también señala que el lago se encuentra a más de un metro por debajo de su nivel normal para estas temporadas.

Sixto Flores Sancho, director del Senamhi en Puno, explica que el Titicaca es un “sistema endorreico” que se alimenta principalmente de las lluvias y de los ríos que en él desembocan. A menos precipitaciones, menos agua en las cuencas del lago y, por lo tanto, menos agua en el Titicaca.

Por si fuera poco, el aumento de la temperatura de los últimos años, debido a la crisis climática, también está provocando una mayor evaporación de las aguas del lago. El Senamhi prevé que, hasta febrero de 2024, hay 52% de probabilidades de que las temperaturas máximas de la zona donde está Puno se presenten por encima de lo normal.

“Solo en comparación con el año pasado, en la zona del Altiplano tenemos un aumento de 0,7 grados de temperatura”, explica la analista meteorológica Ángela Peña. “Es casi un grado. Un grado es bastante”. De hecho, los científicos tienen un límite de aumento de la temperatura de 1,5 °C. A partir de ahí, ocurren eventos catastróficos.

La previsión de que en los próximos meses las temperaturas máximas superarán sus límites habituales aplica para absolutamente todas las regiones de Perú.

Pero ¿qué implica que ese cuerpo de agua, alrededor del cual viven más o menos tres millones de personas, pierda centímetros de nivel? La baja de las aguas produce afectaciones en la flora y la fauna, indica el ingeniero meteorólogo Flores Sancho, y enumera unas cuantas: “reducción de los hábitats de las aves nativas, de las especies piscícolas nativas también, del hábitat en general”.

De ahí que las casas de totora en las islas flotantes de los Uros se estén volviendo, poco a poco, efímeras. Para conseguir la mejor calidad posible de esta planta, Walter Mamani y sus amigos se desplazan por las menguantes aguas del “Puma de piedra” entre cuatro y cinco horas hacia la frontera con Bolivia.

Y si antes conseguían carachis, truchas, mauris, pejerreyes con solo lanzar sus cañas de pescar donde estuvieran, ahora deben adentrarse unos 10 kilómetros para encontrar algunos cuantos peces venidos a menos.

“Aquí en la ribera del lago tampoco hay ranas gigantes. Antes había bastante rana”, dice Walter Mamani. Se refiere al anfibio de ojos saltones, panza redonda y piel suave que está desde hace años en peligro crítico.

El menor nivel del Titicaca, además, pone a prueba el abastecimiento de agua para la capital de la región. Ángela Peña explica que la Empresa Municipal de Saneamiento Municipal Básico de Puno (EMSA Puno), no puede captar la misma cantidad y calidad de agua para la población.

Las maquinarias de la compañía, prosigue la analista meteorológica del Senamhi, succionan menos líquido que, además, contiene mayor concentración de minerales como arsénico. Entonces, no solo se enfrenta un déficit hídrico, sino también ante un estrés hídrico.

De hecho, desde hace meses EMSA Puno ha alertado de su situación a las autoridades. OjoPúblico intentó comunicarse con Luis Aguilar, gerente general de la empresa, pero hasta el cierre del artículo no tuvo respuesta.

Con la bajada del nivel del lago, según Sabino Suaña, presidente de la comunidad de Uros, a algunos niños les cuesta llegar puntuales a la escuela. En ciertas zonas, donde el agua ha descendido tanto que deja una superficie de fango casi al descubierto, los motores de las lanchas corren el riesgo de raspar el suelo. Entonces, los conductores apagan la máquina para no dañarla y atraviesan esos tramos a punta de remos.

Demorarse en llegar algunos minutos más no trae tantos líos si se trata de una embarcación que transporta turistas, pero cuando es la movilidad que por las mañanas lleva a escolares a sus colegios, el tiempo es crucial.

“Los niños llegan a estudiar tarde ―dice Sabino Suaña― mucho se demoran”.

Sin agua y en medio de la contaminación

Julio Ito Mamani sube tambaleando del río Coata, con un balde de agua turbia. El agricultor de 57 años ―delgado, pero firme como un árbol― dice que de ahí le da de beber a su ganado: unas cuantas vacas huesudas de pelos marrones y despeinados.

El río queda a menos de cien metros de su casa, pero Ito Mamani consigue agua para él y su esposa de la municipalidad del distrito de Coata. Los esposos viven en una zona apartada de la comunidad de Jochi San Francisco, en el distrito de Coata, adonde no llegan los camiones cisterna. Julio Ito Mamani debe transportar bidones de plástico rebalsados en su mototaxi.

Pero hay días, como hoy, en los que ni el municipio tiene agua. Entonces el señor Ito Mamani hace una confesión.

“A veces tomamos agua del río ¿Qué vamos a hacer?”, dice. “A veces no vienen los hijos ¿quién nos va a traer agua pues? Caballero nomás, tenemos que asumir”.

No solo son las sequías las que han afectado a la población de Jochi San Francisco. El río Coata, como lo ha reportado antes OjoPúblico, está contaminado con plomo, arsénico, zinc, talio, fósforo, escherichia coli y coliformes termotolerantes. Los dos últimos están en el tracto intestinal y las heces de animales y humanos.

A menos de 10 minutos de Jochi San Francisco, Braulio Pacompia, presidente de la comunidad de Lluco, se queja por el envenenamiento del río ―que recuerda cristalino y cargado de peces durante su niñez― y del déficit hídrico de su región.

“En esta zona ya no cae lluvia, los pozos que tuvimos anteriormente ya no tienen agua suficiente”, cuenta. “Los pozos ya se han convertido en aguas con metales pesados o con contaminaciones y ya no son buenos para el consumo humano ni animales”.

El presidente Pacompia pide que la Autoridad Nacional del Agua (ANA) realice de una vez las instalaciones de pozos: “Con eso nos pudiera salvar la vida a nuestro distrito de Coata”.

La ANA planea implementar 437 pozos de excavación manual en Puno, con una tecnología especial que usa la energía renovable de paneles solares. Hasta finales de setiembre de este año, ya había implementado 118 de estas perforaciones en distintos puntos de Puno.

Este medio intentó comunicarse con la ANA, pero hasta el cierre del artículo no pudo obtener una respuesta.

Por la implementación de pozos de agua también esperan los vecinos de los centros poblados de Llachón y Llapura, en el distrito puneño de Capachica.

Juana Mamani, secretaria de la Red de Mujeres Lideresas Unidas en Defensa del Lago Titicaca, vecina del sector de Miraflores en la comunidad de Llapura, también quiere que instalen el pozo de agua que les prometieron.

Pero, ante todo, Juana sueña con recuperar la grandeza de su pueblo. Extraña aquellos tiempos en los que su pueblo tenía una playa de arena blanquecina adonde llegaban los turistas o cuando las familias celebraban con fiestas de días a la pachamama, por las buenas cosechas.

La mujer está parada sobre el lodo cenizo donde hasta hace unos meses solía haber agua. El lago Titicaca se ha retirado varios cientos de metros de su ribera en Miraflores. Donde antes se podía navegar con botes, ahora se puede ir a pie.

La acompaña Juanita Laquise, otra de las vecinas de Miraflores, quien recuerda que cuando era pequeña solía llegar hasta esos sitios en bote, a pescar truchas y pejerreyes que luego servían en timpus para el almuerzo o la cena. “Teníamos río que bajaba, riachuelos desde arriba donde había agua manantial”.

Juana y Juanita dicen entender qué es la crisis climática, saben que los pronósticos científicos indican que el clima se irá poniendo peor. Al mismo tiempo, conservan una especie de entereza y entusiasmo frente a la adversidad.

“¿Volverá algún día o no?”, duda Juana Mamani, mientras camina por el pasto seco que cruje. Pero piensa unos segundos y luego se responde: “Sí, tiene que volver... Eso pensamos”. https://ojo-publico.com/

 


Las Bambas: El gobierno anuncia que todo está en calma pero los conflictos retornan

El ministro de Energía y Minas, Oscar Vera Gargurevich, ha señalado en varios medios de comunicación que uno de los resultados de la gestión del actual gobierno es la calma que se ha logrado en todo el corredor del sur andino. Sin embargo, hechos recientes muestran que no es tan cierto y que los equilibrios siguen siendo precarios en esta zona del país. A continuación, presentamos algunos conflictos recientes y elementos para el análisis.

Los recientes conflictos con comunidades

En un nuevo capítulo de enfrentamientos, las comunidades campesinas de la provincia cusqueña de Chumbivilcas retomaron acciones de protesta el pasado 16 de noviembre, en reclamo por los incumplimientos reiterados de acuerdos suscritos tanto por el gobierno como por la empresa minera Las Bambas. El corredor fue bloqueado a la altura de la comunidad campesina de Cancahuani, en Ccapacmarca. Estas manifestaciones también se han extendido a otros puntos, como Ahuichanta y Colquemarca.

Las demandas principales incluyen el saneamiento legal de los terrenos comunales, con énfasis en el pago justo por dichos terrenos y la exigencia del mantenimiento vial por parte de una empresa multicomunal, conformada por 8 comunidades de Chumbivilcas. Sin embargo, las comunidades denuncian que la empresa minera no habría mostrado interés en cumplir con este acuerdo, lo que genera mayor malestar en la zona. A pesar de las promesas del Gobierno de declarar como Zona de Atención Especial a las comunidades del corredor y ofrecer proyectos para impulsar su desarrollo, hasta el momento no se registran avances concretos.

Estas acciones de protesta podrían intensificarse si no se atienden las demandas de manera efectiva y concreta. Mientras el gobierno pretende dar la imagen de que el corredor ha sido pacificado, lo cierto es que en cualquier momento puede ocurrir un nuevo estallido.

Otro caso de un conflicto reciente vincula a la comunidad de Carmen Alto, en esta ocasión en la zona de influencia directa de Las Bambas. La comunidad mencionada emitió un pronunciamiento el 21 de noviembre, declarándose en paro contra la empresa MMG Las Bambas, debido a supuestos incumplimientos de acuerdos. Según el comunicado, la empresa minera habría roto el diálogo el pasado 26 de octubre, negándose a cumplir con lo acordado en la mesa de diálogo que se instaló el 11 de agosto de 2022. En este diálogo participaron la Presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de Energía y Minas.

Desde las 00:00 horas del 23 de noviembre, los comuneros iniciaron un paro, bloqueando varios puntos estratégicos como Lamarpata, Puente Álamos y Chacat’occo, impidiendo el paso de vehículos y trabajadores de las diferentes empresas contratistas que intentaban ingresar al campamento minero.

Al no recibir respuesta por parte de MMG Las Bambas, las tensiones aumentaron. Pasadas las 16:00 horas, los efectivos policiales, en un intento de abrir la vía, emplearon bombas lacrimógenas. Según medios locales, la situación se salió de control cuando las fuerzas policiales lanzaron bombas lacrimógenas a las zonas de mayor concentración de la población, impactando en transeúntes y dejando desmayada a una menor de edad por los efectos de los gases. 

La movilización continuó el 24 de noviembre, en esta ocasión en el distrito de Challhuahuacho. Los acuerdos que no se habrían implementado tienen que ver con servicios de lavandería, hospedaje, transporte, desarrollo comunitario, monitoreo ambiental y otros aspectos. Representantes de la empresa no emitieron declaraciones.

La comunidad de Carmen Alto en Challhuahuacho ha hecho un llamado urgente a las autoridades pertinentes para que aborden esta situación, instando por la pronta atención a sus demandas y el respeto a los acuerdos firmados.

Los conflictos laborales también entran en escena

Finalmente, también se ha abierto un conflicto en el terreno laboral: el Sindicato Único de Trabajadores de la Empresa Minera Las Bambas (SUTEMLB) emitió un comunicado señalando que luego de haberse reunido con el ministro de Energía y Minas, Oscar Vera y los directivos de la empresa minera y no haber logrado un acuerdo, iniciaban el martes 28 de noviembre una huelga general indefinida.

Señalaron que lamentaban no haber llegado a acuerdos en las reuniones con el ministerio de Energía y Minas y con los propios directivos de la empresa Las Bambas. Se quejan por el incumplimiento del convenio colectivo y de los malos tratos que reciben de parte de funcionarios de la empresa. 

Según el comunicado emitido por el SUTEMLB se sienten decepcionados de los resultados, ya que recibirán aproximadamente la mitad de lo que recibían el 2021. La empresa tampoco quiso conversar con el sindicato sobre un posible bono, porque recién van a evaluarlo en marzo del 2024.

Asimismo, fueron notificados con la resolución directoral general No. 232-2023 MTPE/2/14, que declara la improcedencia de la huelga, Sin embargo, tomaron la decisión de continuar con la medida de fuerza: “la autoridad no va a apagar las voces de lucha y seguirán firmes, y más fortalecidos”, declaro un dirigente.

Habrá que seguir observando la evolución de las tensiones en esta zona del país. Lo cierto es que los anuncios del gobierno no se condicen con la realidad y no está demás recomendar cautela. Construir relaciones de equilibrio y respeto entre los diversos actores de una zona tan convulsionada como la del corredor sur andino, demanda enormes esfuerzos: implica construir confianza mutua; se necesita una importante cuota de legitimidad y una estrategia de abordaje de los conflictos que deje de ser reactiva y que no priorice la lógica de militarizar la zona y declarar estados de emergencia casi permanentes. Hasta el momento estos ingredientes brillan por su ausencia. https://cooperaccion.org.pe/


OPINIÓN

Nelson Shack: “¿Cuál es la cifra total de empleados en el Estado?”

Aunque pueda sonar como una historia increíble, en plena era digital nadie tiene certeza de a cuánto asciende la fuerza laboral en el Estado. El desorden es tal que ni siquiera, al cruzar todas las bases de datos, podemos obtener una cifra precisa.

Esto es muy importante porque, según el último estudio sobre la magnitud de la corrupción y la inconducta funcional en el Perú 2022, la Contraloría General reveló que, de cada 100 soles destinados al rubro de planillas, se pierden 12 soles. Esto equivale a más de 9,950 millones de soles, que constituyen el 41% del total de la pérdida en ese año.

Si examinamos las 2,988 entidades que conforman el sector público en el año 2022, cuyo gasto agregado es el equivalente a la cuarta parte del Producto Bruto Interno peruano, vemos que la información está dispersa en diferentes sistemas o bases de datos, lo que nos hace suponer que no existe una consolidación de datos respecto al número total de los asalariados del Estado. Más aún, si la cobertura llega solo a los niveles de gobierno nacional y regional, pues se desconoce la realidad de la fuerza laboral en las más de 1,800 municipalidades provinciales y distritales, así como de las entidades de tratamiento empresarial, organismos públicos descentralizados, Essalud y de las empresas públicas.

Además, en esta era digital en la que los sistemas se nutren y responden eficazmente en función de la calidad de la información registrada en ellos, el 2% de las entidades del gobierno nacional y el 5% del gobierno regional no registran información del personal contratado en los sistemas correspondientes, pero sí registran los gastos que acarrean los contratos en el SIAF.

Dicha situación es peor para el caso de las municipalidades. A pesar de que ya pasaron 20 años del inicio del proceso de descentralización, aún no sabemos ni siquiera quiénes trabajan realmente en estas instituciones, cuánto ganan y qué competencias tienen en los gobiernos locales. Solo existe el total de trabajadores declarados en el Registro Nacional de Municipalidades, de casi el total de municipios, que serían 1,874 para el año 2022.

Otra causa del desorden es la diversidad de regímenes laborales que operan en el Estado y la ausencia de un servicio civil meritocrático. Al cruzar la información de estas bases de datos, se revela que, en el año 2022, el gobierno nacional destinó 35 mil millones de soles al pago de nóminas para 646 mil personas. De este total, 320 mil pertenecen a 10 regímenes especiales (policías, militares, jueces, fiscales, diplomáticos, maestros, médicos, entre otros), 65 mil están bajo el Decreto Legislativo 276, 56 mil, bajo el Decreto Legislativo 728, 163 mil bajo Contratos Administrativos de Servicios-CAS, dos mil en el nuevo régimen del Servicio Civil, 49 mil en la modalidad FAG-PAG, entre otros.

En cuanto a los contratos de locación de servicios, en el año 2022 el Estado contrató a un total de 321 mil personas por unos 4,634 millones de soles a través de contratos que suelen ser menores a 8 unidades impositivas tributarias. Este escenario propicia la precarización del empleo y distorsiona los contratos, con la contribución del propio Estado.

En resumen, en el año 2022, el Estado peruano destinó más de 74 mil millones de soles al gasto en planillas y contratación de personal. Sin embargo, se carece de información precisa sobre la cantidad real de personal contratado en estas instituciones.

La interrogante que surge es esta: con una cantidad de un millón y medio de personas aproximadamente, con un presupuesto anual que supera los 74 mil millones de soles, ¿no deberíamos esperar una mejora en la provisión de bienes y servicios públicos, y conocer dónde están y qué labor cumplen?

Lo descrito nos debe llevar a demandar una reforma que posibilite captar y retener a personal altamente calificado, así como la promoción de los empleados competentes y la expulsión de quienes no cumplen con los estándares requeridos. Solo a través de esta transformación podremos prestar adecuados servicios públicos en beneficio de toda la sociedad. https://peru21.pe/

“Defender el Agua es Defender la Vida”

http://hidroboletinfentap.blogspot.pe