Martes, 20 de diciembre de 2022 – Año XV – Edición 4115 – http://hidroboletinfentap.blogspot.pe
CGTP condena la represión de la
dictadura cívico militar que asesina a nuestros hermanos
Exigimos libertad para los detenidos, la renuncia de Dina Boluarte y la Mesa Directiva del Congreso
1. El Gobierno de Dina Boluarte,
respaldado por sectores extremistas del Congreso golpista, FF. AA. y PNP, con
el beneplácito de la oligarquía oligopólica y el poder mediático, ha conformado
una dictadura cívico militar, dándole carta blanca a las FF. AA. para reprimir
salvajemente a manifestantes desarmados, asesinando hasta el momento a 24
compatriotas.
2. La CGTP condena enérgicamente el cruel
asesinato de nuestros hermanos en protesta, acusándolos de “vándalos” y
“terroristas” para justificar su represión. Tarde o temprano, los autores
intelectuales y materiales responderán ante los tribunales de justicia por
estos crímenes de lesa humanidad.
3. El gobierno golpista también persigue
las organizaciones sociales, interviniendo sus locales. Ante ello, recalcamos
el derecho ciudadano a la protesta y exigimos la libertad de líderes populares
y la restitución de las libertades democráticas. El diálogo social, que
pretende realizar el ejecutivo, no puede ser coactado con balas.
4. En esta aventura extremista y golpista
se han embarcado también quienes conforman el inconstitucional “Consejo de
Estado”: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, TC, Fiscalía, entre otros,
vulnerando la separación de poderes.
5. Rechazamos la movilización de sectores
extremistas fascistoides en una denominada “marcha por la paz” que tiene como
propósito artero generar un enfrentamiento entre los ciudadanos.
6. La salida democrática a la crisis
actual es el adelanto de las elecciones generales, otorgando el poder al
soberano convocando a una Asamblea Constituyente que rediseñe un Estado
democrático e inclusivo que ponga los intereses de las personas por encima de
los oligopolios, de las “elites políticas” a su servicio y de las mafias de
todo tipo enquistadas en el Estado.
7. La clase trabajadora se mantiene en
movilización permanente. En los próximos días se convocará a una Asamblea
Nacional de Delegados para acordar la convocatoria a un Paro Nacional, en el
marco de un conjunto de acciones.
Lima, 19 de diciembre de 2022
CONSEJO NACIONAL DE LA CGTP
HIDROREGIONES PERÚ
Conoce Echadero, un barrio de Huancayo que vigila su agua con multas por balde derramado
El letrero está en la pared de ladrillos. Una hoja bond
pegada. Debajo, un caño encadenado. Nadie que no sea del Sector 7 puede sacar
agua, cada vecino tiene la llave de la caja, y lo tiene que hacer en el turno
que le toque. Esta mañana no hay nadie. El caño gotea y más allá una pareja de
señores descuartiza un chancho para el almuerzo. Evita hablar conmigo. Una
mujer que mira desde su azotea tampoco.
Silencio. Una mototaxi pasa levantando polvo y el caño
gotea.
Echadero es un asentamiento de medio millar de familias
donde el agua es cuestión de vida o multa. Calles de tierra, casas de ladrillo
sin acabados, otras de barro que resisten y un desagüe que ha colapsado en
trombas de agua. En una esquina, Facunda Rojas conversa con su vecina. Vive
aquí hace tres años y nunca ha tenido agua en casa. No con una conexión. A
diario cruza la calle hasta la pileta, un caño conectado a un tubo que sale del
suelo, y tiene que llenar 7 u 8 baldes. Es su ración del día. Hoy lo hizo
temprano.
—Cuando no hay agua esperamos ¿no vecina? —le habla a la
mujer que está a su lado— o en la noche, a las 11 así, porque en el día no hay
presión.
Las piletas están protegidas por cajas de metal con
candados. Todas. Pequeños cofres oxidados o pintados que custodian las
moléculas más preciadas de la sed: H2O. El riesgo es que vengan vecinos de
otros sectores, en algún momento que no haya nadie o en la noche, y roben el
agua ajena. Eso hace que el recibo de ese mes venga más alto. Y nadie quiere
pagar por el agua que otro bebe.
—Pero aquí cualquiera viene y saca, somos conocidos, Sector
5 —me dice Facunda con la confianza de quien conoce el rostro de cada vecino.
Va hacia a adentro de su casa y vuelve con un cuaderno—. Mira, yo soy la que
controlo esta pileta, cuánto pagamos.
El recibo factura 300 soles que deberán pagar la docena de
familias que vive en este sector. Aquí no hay medidores. El cálculo es por
baldes y chorros. A Facunda le parece un exceso tal cantidad para el hilo de
agua que les llega y cuidan con cadenas. Abre el caño para mostrarme y es
cierto, en las mañanas el agua no llega a Echadero. Hay una ciudad que la
malgasta mejor: Huancayo. La provincia capital de la región Junín tiene 85 118
usuarios que se abastecen de agua por una red pública. Agua que llega desde el
Huaytapallana, un nevado cada vez más pequeño que abastece a 10 lagunas. Las
dos más grandes se llaman Huacracocha y Lasuntay, la primera almacena 4.5
millones de metros cúbicos de agua, la segunda 1.8 millones. Cantidades que
suenan a cataratas, pero son ínfimas. De toda el agua que hay en el planeta,
solo podemos beber el 2,5%, una diezmilésima parte. A Echadero apenas le
salpican esas cantidades.
Son las diez de la mañana y poca gente saca agua de las
piletas. Camino por algunas calles. De vez en cuando pasan carros de lujo que
se pierden con el polvo. La guerra por el agua se libra por las noches, me dijo
Facunda. Desde las 23 horas las colas empiezan en cada pileta, la espera, la
premura, la vigilancia con linternas. «Saca tu balde ya, vecina, ya has llevado
tres, yo ni uno». La presión del agua es mayor a estas horas y la gente
aprovecha. Cada usuario tiene un límite. No se trata de llevarse todos los baldes
que puedas. Facunda lleva 8 para los 4 miembros de su familia. El letrero de
multa que vi al llegar era del Sector 7 es otro sistema de medida: Si derramas
el balde, te lo decomisan y te multan con 3 soles. El distrito de Chilca, donde
se encuentra Echadero, tiene una sola estación de bombeo que genera 21 libros
por segundo y produce 29 674 metros cúbicos de agua en 15 horas al día, según
cifras de la empresa prestadora de servicios, Sedam. Pero estas cifras son para
las casas con tubos y medidores. En las colas de las noches, la única cifra que
importa es el número de baldes que te toque llevar.
Walter Valentín, el hombre con el que ahora converso, vive
en el sector 1. Tienen 12 piletas aquí y quien saque agua cuando no le toque lo
sancionan. Multa y espera. No podrá sacar agua en su turno. Valentín es
profesor y atiende su tienda de abarrotes antes de ir al trabajo. Es una casa
de ladrillos que tiene un pozo en el primer piso donde junta agua cuando le
toca y luego la bombea a su tanque del tercero. Es lo mismo que hacen algunas
familias que tienen casas de varios pisos y dinero para instalar este sistema.
En Echadero la mayoría vive de baldes y colas. Unos metros más allá dos hombres
cavan unas zapatas de lo que será una nueva vivienda de varios pisos. El sol
los pone a prueba, descansan, levantan la cabeza, se limpian el sudor. No hay
agua. Leonardo Da Vinci fue el primero en advertir que la tierra recicla sus
fluidos. El agua con que preparamos una limonada en Huancayo es la misma de un
desagüe en New York. El ciclo interminable. Nuestra atmósfera, a cada instante,
almacena la milésima parte del 1% del agua de todo el planeta. Es como si 3
centímetros de lluvia cayeran de sopetón sobre el mundo.
Estos días no llueve en Echadero. Los obreros siguen
cavando.
Gloria Lizano, en chancletas y polo, saca agua del pozo que
está en la puerta de su casa cuando me acerco. Responde con monosílabos. Sí.
No. Para qué. Un balde atado a una cuerda que lanza a un agujero y sale lleno
de agua. Echadero está repleto de pozos de agua subterránea. Lo tienen en sus
casas y los usan para lavar o, en emergencias, para los alimentos. La pobreza
compensada por el subsuelo. Una paradoja. El agua se originó en el espacio.
Luego de Big Bang todo se enfrío, las combinaciones de hidrógeno, helio y
carbono dieron paso al oxígeno y un día de la era Hadeana un diluvio de
proporciones inimaginables cayó sobre la tierra. Y el agua vio la luz. Dos
tercios de la superficie la tierra son líquidos, y el 20% hielo. ¿Por qué
llamamos Tierra a planeta cuando tiene más de agua?
Pero volvamos uno billones de años adelante, estamos en
Echadero.
A Gloria no le sirve para nada el agua del pozo, dice. A
penas para baldear su piso de cemento pulido.
—El agua del pozo percude la ropa, ni para lavar sirve,
solo para hacer limpieza —habla con cierto desdén.
Gloria es de Lircay, un distrito de la región Huancavelica,
la misma que en un ranking del 2019 se encuentra en el último lugar en
porcentaje de consumo de agua potable. Pero a ella le molesta la falta de agua
aquí, el polvo, el lugar—. En mi pueblo, Lircay, sí tenemos agua, ahí hay
pistas, hay todo. Aquí —dice apuntado a la calle de tierra— no hay nada.
Y saca un balde de agua limpia. Seria, el pelo amarrado en
una trenza, sin premura. Me ha pedido que no le tome fotos. Pidió también mi
nombre, identificación, y acaba de largarme. Más allá hay personas que sí
quieren hablar. Ella no. Encontró su pozo de agua hace un año. Y lo usa a
veces. En enero, época de lluvias en toda la sierra central del Perú, el pozo
se llena y rebalsa. No solo en su casa, en todas donde estos ojos de agua
existen. Son meses de abundancia, pero es difícil conservarla. Se guarda pan
para mayo, el agua se deja correr.
La ciudad de Huancayo tiene 14 pozos tubulares, agua
subterránea, que alimenta a las plantas de captación, ahí donde se trata el
agua de las montañas y se la hace bebible. Pero otra vez son cifras ajenas y
frías para esta realidad. Echadero es un caño con cadena. Aquí el agua es un
sueño, una muletilla de la realidad.
A Elsa Asto, pollera negra, sombrero, sí le sirve el agua
de su posito. Así le dice: posito, como si fuera su mascota. Vende golosinas y
frutas en un triciclo viejo esta mañana y luce molesta, indignada más bien. Un
desagüe colapsado pasa casi por sus pies y la pestilencia es insoportable.
Metros más arriba el buzón culpable bota agua negra a borbotones.
—Todo el día va a estar así. Esto perjudica a todos, más
que nada a mí, no voy a poder vender —dice cortando un pedazo de sandía sobre
una mesa pequeña de madera.
Echadero no tiene saneamiento. No hay tuberías conectadas a
todas las viviendas para el funcionamiento de sus desagües. Hay una troncal
provisional que pasa por la calle principal a la que se han conectado las casas
más cercanas. Pero son demasiadas y por ello el colapso que se repite cada
tanto. Las casas que están más lejos no pueden conectarse. A esas familias les
toca usar silos, cuartos de madera y calamina con los que me encontraré en un
rato. Ahora Elsa me cuenta que hoy hizo cola desde las 5 de la mañana para
recoger algunos baldes de agua de la pileta.
—Una pileta en cada cuadra hay. Tenemos turno, a veces
alcanzamos y a veces no. Hoy hubo en la mañanita, tenemos que sacar a las 4 o 5
de la mañana si quiera para que tomas. Para lavar tengo mi pocito.
Nadie se acerca a comprar a puesto de Elsa. Ella es de
Huancavelica, una región de extrema pobreza, vecina de Junín. Por momentos
trato de caminar para alejarme de hedor, pero es como una neblina asquerosa y
transparente. Le pregunto por otras actividades que debe hacer con el agua:
¿cómo lava su ropa? ¿cada cuánto se ducha? Me mira, sonríe como si sintiera que
le he hecho una broma. Termina de cortar la sandía que tiene, en rodajas, y
ahora la exhibe en un mostrador de vidrio.
—Con el posito a veces. Yo vivo 13 años, somos 8 en mi
familia. Las frazadas lavamos en el río Chaclas, a veces Huari. Todos los que
entran para alcalde prometen agua y nunca cumplen.
Sedam, además de repartir el agua, es la empresa encargada
de reparar este desagüe colapsado. Nery Ramos, una madre joven se acerca y me
pide que la acompañe unos pasos, en el camino me cuenta que siempre llama a la
central de la empresa cuando la tubería se atasca y los desechos salen a la luz
como peces de mierda. Vienen, reparan y se van. A los dos días, la misma
historia mojada. Nery destapa ahora un buzón para enseñarme lo que tienen que
soportar.
—Cuando le decimos arregla bien, nos dice ustedes tienen que
pagar más. A veces viene 200 a veces 250 en el recibo. Nuestros hijos les sale
ronchas porque los sancudos se vienen. Yo vivo aquí, en todas las casas vuelve
(el desagüe). Hemos llamado a Sedam y no viene, la vez pasada vino, lo ha
hincateado y lo dejó, pero adentro está todo piedra.
Dicen las personas mayores de Echadero que muchos años
antes estas calles por las que ahora camino eran una laguna. Que se secó, se
convirtió en una pampa y poco a poco se fue poblando. Ahora no hay agua. En una
esquina, un pañal de bebé, botellas aplastadas, bolsas negras y perros
husmeando son la evidencia de la colonización de un viejo lago. Antes. Otra
vez. Era un lugar verde, de eucaliptos y sembríos, maravilloso. Hoy el verde ha
sido pintado por el polvo y basura. La extinción del agua es una catástrofe
anunciada hace mucho. Para el 2070, los seres humanos tendremos que raparnos el
cabello para no desperdiciar agua lavándolo; en 2004, en Zimbawe, las mujeres
caminaban kilómetros hasta un lago solo para no usar el agua de sus casas;
Inglaterra y Francia entraron en guerra por el Nilo. El apocalipsis llegará en
forma de deshidratación.
Dejé a Elsa en su puesto de golosinas para atender la queja
de Nery y ahora avanzo hacia el final de la calle. Una acequia sin agua y
pestilente la atraviesa hacia el final. A un lado, un cuarto de madera y
calamina me recuerda que he visto esos mismos cubos en varias esquinas de este
lugar. Son silos, los agujeros que sirven de baño para las casas que no pueden
conectarse al tubo de desagüe provisional que colapsa a diario. De alguna
manera, son personas con mayor necesidad las que los usan. Al borde de esta
acequia, Rosa Urcuhuaranga les lanza comida a sus perros: el Beto, la Saviana,
la China, la Flaca y un gato rubio de nombre árabe: Sultán. Rosa usa una toca
azul en la cabeza, como una monja. Es miembro de la Misión Israelita del Pacto
Universal, un grupo de creyentes cuya fe mezcla lo católico, lo protestante y
lo andino. Ella me cuenta que sobrevivió a la pandemia por su fe y no tanto por
lavarse la mano (no había con qué) mientras le lanza un trozo de grasa a la
Flaca, que hace gala de su nombre. Vive con sus dos hijas y a diario debe
acudir a la pileta para llenar tres baldes grandes. No se queja. Su rostro luce
tranquilo, feliz de alimentar a unos perros vagos. Por las tardes, sale a
vender anticuchos a esa esquina, al lado de la acequia, en las mañanas está en
casa, trabaja. En la pandemia debió asistir a la vivienda de sus vecinos para
ayudarlos, les llevaba sus alimentos, los ayudaba en lo que podía, al volver a
la casa solo le pedía a dios que se hiciera su voluntad.
—Ahora todavía hay agua, en agosto es lo que baja más. A
las 6 no hay ya, hasta las 5 nomás.
La Municipalidad de Huancayo viene construyendo muy cerca
de aquí un pozo tubular que costará 1 millón y medio de soles, aproximadamente.
Se trata de un boquerón en el suelo donde hallaron agua para abastecer todo
Echadero. Pero falta mucho para que eso pueda ser realidad. Me lo dijo Facunda,
Elsa, Nery. Nadie lo cree. Hace 20 años empezó esa promesa: un pozo tubular les
solucionaría la vida. Lo que las autoridades se olvidaron es poner las
conexiones domiciliarias para que el agua llegue. ¿Cuánto tiempo deberán
esperar ahora?
—El pozo, uy, han dicho un año, pero demorará siquiera 5
años —me dice Mariluz Orihuela en la puerta de su tienda, donde vende helados
de crema.
Su casa es de dos pisos, un tanque arriba y otro abajo. No
tiene problemas con el agua, pero sabe que allá al fondo de la calle, donde aún
hay hierbas y empiezan las chacras, la gente no tiene ni siquiera piletas y su
posibilidad de conexión es aún más remota.
Han pasado seis meses desde que visité Echadero. Es diciembre, invierno, pero las lluvias tardan. Su población recibe agua con cisternas porque ya no llegan ni gotas hasta las piletas. Visité Echadero en junio, cuando las diez lagunas que abastecen de agua a todo Huancayo allá en lo alto del nevado Huaytapallana aún estaban llenas. Hasta hace unos días Sedam evaluaba un racionamiento de agua. Pero esos procedimientos son para viviendas con redes públicas: en Junín son 47.6%, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática al año 2019. Los demás viven sin conexiones, como Echadero, o robando agua de tubos ajenos, o bebiendo agua no apta para consumo. De estos últimos, son un 22,8% a nivel nacional y en zonas rurales ese número crece: 68,4% bebe agua no potable. Mientras, Echadero espera sus conexiones domiciliarias ahora que se construye el pozo tubular, pero espera también su turno para llenar su balde. Es imperioso evitar que se derramen. Cierren los caños. https://diariocorreo.pe/
Defensoría del Pueblo advierte consumo de agua potable con déficit de cloro en distritos de Huamanga
La oficina de la Defensoría del Pueblo en Ayacucho instó a las municipalidades distritales de Quinua y Socos, en la provincia de Huamanga, a atender con urgencia la problemática del agua para consumo humano, debido a que no se cumplen con los parámetros de calidad que establecen las normas sanitarias, lo cual afecta el derecho de acceso al agua potable en más de 40 comunidades.
El pedido fue hecho durante la
supervisión que se desarrolló en ambos distritos con el objetivo de hacer
seguimiento a las condiciones de salubridad del agua que consume la población,
comprobándose que en las dos localidades se presenta una cloración menor a la
establecida en las normas sanitarias. En efecto, durante las pruebas de campo
efectuadas junto al personal de salud, pudo verificarse que el nivel de cloro
residual se encuentra por debajo de los 0,5 mg/L. En el caso de Quinua, las
pruebas fueron efectuadas en tres sectores distintos del distrito.
En todos estos casos, los
resultados de la vigilancia sanitaria efectuada por la autoridad de salud de
los tres últimos meses, establecen que el agua no es apta para consumo humano.
En el caso de Socos la situación
es mucho más grave, pues de acuerdo a los resultados de las pruebas
desarrolladas en el periodo de septiembre a noviembre del presente año, se pudo
verificar que no existe presencia de cloro en el agua que consume la mayoría de
las comunidades pertenecientes a dicho municipio, situación que pone en riesgo
la salud de la población, en particular de niñas, niños, personas adultas
mayores, etc.
Al respecto, la Oficina
Defensorial de Ayacucho explicó que el acceso al agua segura es fundamental
para preservar la salud de las personas y es un derecho humano y fundamental
reconocido por la Constitución y normas internacionales. Además, se precisó que
los límites máximos permisibles de cloro en el agua se encuentran establecidos
en el Reglamento de la Calidad del Agua para Consumo Humano, a fin de garantizar
que el agua que es abastecida a la población se encuentre libre de bacterias y
otros agentes perjudiciales para la salud humana.
En ese sentido, la institución
exhortó a las áreas técnicas municipales (ATM) de las municipalidades de Quinua
y Socos garantizar el cumplimiento de los parámetros de calidad del agua para
consumo humano, conforme a lo dispuesto en la normativa vigente. Asimismo,
fortalecer las coordinaciones con las juntas administradoras de servicios de
saneamiento (JASS) y los establecimientos de salud, para la adopción de
acciones que permitan mejorar la calidad del agua en cada localidad. https://www.defensoria.gob.pe/
HIDROMUNDO
Deudas ambientales en Venezuela 2022: del deslave más letal de la última década al inesperado viaje de Maduro a la COP27
Los habitantes de Las Tejerías,
un pueblo del estado Aragua a casi 80 kilómetros de Caracas, relataron que la
noche del 8 de octubre de 2022 sintieron un estruendo, proveniente de la
montaña, que los estremeció. Después de varios días de tormenta, la quebrada
Los Patos se desbordó y la catástrofe vino en forma de agua y lodo a arrasar
con todo lo que encontró a su paso: calles, viviendas, fábricas, torres
eléctricas y al menos 60 vidas. El deslave recordó a la Tragedia de Vargas que
en 1999 dejó centenares de muertes. Así quedó confirmada la vulnerabilidad del
país ante cualquier evento climático. Las inundaciones sucedidas semanas
anteriores habían sido solo el inicio de una temporada de lluvias que afectó a
17 de los 23 estados del país.
Una vez más, este año, el Estado
venezolano demostró que no tiene prisa cuando se trata de atender los daños
ambientales causados. Un ejemplo es la tardanza en la atención de los derrames
petroleros y la ausencia de fiscalización a las construcciones ilegales dentro
de las áreas naturales protegidas. También la devastación en el Arco Minero del
Orinoco que no ha parado y las nuevas denuncias de los pueblos indígenas por la
reiterada violación de sus derechos. Pero hubo un hecho que destacó entre las
noticias y que atraviesa de forma transversal todos los temas que se destacan
en este balance: después de ocho años de ausencia, el presidente venezolano,
Nicolás Maduro, apareció en la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (COP27), una presencia que, más que hacer frente a una
preocupación sobre el planeta, se interpretó como una declaración de intereses
particulares totalmente alejados del objetivo central de esta reunión. De este
hecho se desprenden varios problemas clave que causaron alarma en el país y que
son parte de las deudas ambientales de Venezuela de este 2022.
Lo inesperado: Maduro en la
COP27
La última vez que Maduro participó en un evento mundial sobre el ambiente fue cuando asistió a la Cumbre sobre Cambio Climático en 2014 en Nueva York, Estados Unidos. De ahí en adelante, envió a vicepresidentes y ministros a representarlo ante los organismos internacionales. Poco salió del país luego de que, en 2020, el expresidente estadounidense Donald Trump ordenara su captura por tráfico de drogas y ofreciera una recompensa de 15 millones de dólares. Sus ausencias se acabaron este 2022.
En noviembre pasado, el
mandatario asistió a la COP27 en Sharm el-Sheij, Egipto, y se hizo ver junto a
otros mandatarios como Emmanuel Macron, de Francia y Gustavo Petro, de
Colombia. El hecho generó un rechazo inmediato de los defensores ambientales
venezolanos: no podían creer que el hombre que decretó la creación del Arco
Minero del Orinoco, iniciativa marcada por agravar la contaminación por la
minería al sur del país; que ha permitido el avance de construcciones dentro de
áreas naturales protegidas; que es cuestionado por hacer caso omiso al
asesinato de indígenas por el avance de grupos armados y que no ha restablecido
el sistema de alertas tempranas ante inundaciones y fenómenos naturales,
asistiera al evento ambiental más importante sin dar respuesta a los múltiples
problemas de esta índole que atraviesa su nación.
Maduro aprovechó para presentar
a Venezuela como un territorio víctima del cambio climático. Aseguró que “la
acumulación de calor en el Mar Caribe” generó lluvias torrenciales que causaron
tragedias en el país. “Desde este espacio exigiremos desde el sur del planeta
que haya un cambio en los sistemas desarrollistas altamente contaminantes de
Europa y Estados Unidos”, dijo cuando aterrizó en Egipto. Junto a Petro,
propuso la creación de una “gran alianza amazónica” que permita una
“recuperación coordinada, eficiente, consciente” de la selva.
Para el sociólogo Emiliano Terán
Mantovani, miembro del Observatorio de Ecología Política de Venezuela (OEP), el
objetivo principal de este viaje del presidente venezolano, además de romper
con su cerco internacional, iba en contrasentido a la idea de frenar el cambio
climático. Su intención, según Terán, fue valerse de la presencia de líderes de
todo el mundo para «crear unos caminos más expeditos y eficaces para los
acuerdos petroleros».
Maduro, según el sociólogo,
también hizo su propio «greenwashing», es decir, lavó su reputación para
aparecer como un líder del sur preocupado por el cambio climático, pero sin
mencionar en absoluto cómo se gestiona este asunto dentro del país. Para ello, el
gobierno prefirió tergiversar varios hechos, como asegurar que la tasa de
deforestación decreció en el último año sin explicar qué estrategia se utilizó.
El biólogo y director de la ONG Clima21, Alejandro Álvarez, recalcó que no hay
ningún dato que soporte tal aseveración. Recordó que la data disponible
actualmente, proveniente de imágenes satelitales y otros medios tecnológicos,
ni siquiera permite esclarecer el tipo de deforestación que ocurre.
En agosto de 2022, el informe
“Bosques en desaparición: Deforestación en Venezuela 2016-2021” de Clima21 y el
Observatorio de los Derechos Humanos Ambientales, expuso que durante los
últimos cinco años en Venezuela se ha acelerado la deforestación. A pesar de
que el país tiene una baja tasa en comparación con el resto de las naciones que
conforman la Amazonía, es el que perdió más bosques naturales en toda la región
(casi 49 mil hectáreas anuales). “De los cinco estados que concentran 57% de la
deforestación nacional, hay dos que han sido severamente afectados por el
extractivismo del oro”, señaló el documento.
Maduro también intentó poner a
las áreas naturales protegidas como un logro reciente cuando las denuncias por
la violación de sus normativas son una constante, y nunca mencionó que el país
no está preparado para los efectos del cambio climático y que por eso ocurren
tragedias como la de Las Tejerías.
Para Olnar Ortiz, indígena baré
y abogado especializado en derechos de los pueblos indígenas, la visita de
Maduro a la COP27 fue una muestra de «hipocresía» que se resume en dos hechos:
el primero es que su gobierno, a través de la minería que ha auspiciado, ha
dañado a la Amazonía.
La investigación Viaje a la fosa
de la devastación del Arco Minero describe la desolación de la zona: el área de
casi 112 mil kilómetros cuadrados que en 2016 fue decretada por Maduro para la
explotación de minerales, tiene carreteras cada vez más intransitables por el
paso frecuente de camiones que trasladan arenas auríferas. Charcos y hoyos de
barro marcan un camino que antes estaba flanqueado por árboles y vegetación. Al
lado de estas rutas se han instalado decenas de nuevas empresas de explotación
de oro que abrieron sus puertas en medio del aislamiento de la pandemia. En
medio de la destrucción, militares venezolanos incursionaron en la zona para
atacar la minería ilegal y remover a las bandas armadas que controlan las
actividades extractivas. Pero las acciones fueron duramente criticadas por los
pobladores, que reclamaron la militarización del territorio y la violación de
sus derechos humanos.
El segundo hecho que, según
Ortiz, demuestra la hipocresía de Maduro en la COP27, es la violación constante
de los derechos de los pueblos originarios. “Maduro fue a Egipto a buscar
dinero en nombre de los pueblos indígenas para revertir el cambio climático”,
criticó.
Mantovani coincide y dice que el
objetivo de Maduro está sobre los fondos de impactos del cambio climático a los
países pobres. “Ahí hay grandes intereses en las inversiones climáticas (…) Si
quieres recuperar el país y estás buscando inversores en todos lados, no es
descabellado ir a los nuevos mercados climáticos porque son de los nichos más
poderosos de inversiones globales en los próximos años”, aseguró.
Lo trágico: Venezuela, zona de
desastre
Deslaves, rupturas de diques,
desbordamientos, deslizamientos de tierras, inundaciones, crecidas de ríos.
Durante el último semestre de 2022, esas frases y palabras describieron los
estragos de las lluvias en 17 de los 23 estados del país. Casi un centenar de
personas murieron en estos eventos que, de acuerdo con cifras oficiales,
afectaron a unas 26 000 familias y causaron daños a 14 000 viviendas, además de
deteriorar, y en algunos casos destruir, carreteras, centros de salud,
edificaciones públicas y privadas, fábricas, así como fuentes y sistemas de
abastecimiento de agua potable y electricidad.
El caso de Las Tejerías, en
Aragua, fue el más trágico. Más de 60 cadáveres fueron hallados con el paso de
los días luego de que un deslave arrasara con buena parte del pueblo. Pocos
días después, en la acomodada urbanización El Castaño de Maracay, capital de
Aragua, la corriente de lodo de un río desbordado se llevó cercas, muros,
postes de luz y casas enteras. Fueron dos hechos que demostraron la
vulnerabilidad a la que están expuestos los venezolanos por los fenómenos
ambientales que sacuden su territorio.
Mantovani destacó que Maduro
habló en la COP27 de la mitigación de los efectos del cambio climático, sin
mencionar la responsabilidad de cada nación para afrontar estas
transformaciones. “Hay cambios en los patrones estacionales de Venezuela. En el
Observatorio de Ecología Política tenemos registro de desplazados climáticos
por sequía y las inundaciones que nos están generando impactos terribles (…)
Las inundaciones van a seguir ocurriendo (…) No tomar previsiones otra vez es
un crimen”, recalcó.
Para el ingeniero José Luis
López, investigador del Instituto de Mecánica de Fluidos de la Universidad
Central de Venezuela, la ausencia de datos es crucial para conocer si los
eventos que ocurrieron fueron extraordinarios. “Hay un declive de la
información hidrometeorológica”, afirmó, y esto se explica porque de las 600
estaciones encargadas de medir las precipitaciones en el país que funcionaban
en 2006, apenas 80 continúan activas, de acuerdo con la data disponible en las
páginas web del Estado.
Lo malo: áreas naturales
presionadas
Estos ecosistemas clave de
Venezuela están en peligro. En febrero de 2022, circularon en redes sociales
fotos del cumpleaños del empresario turístico Rafael Oliveros, conocido por sus
vínculos con el chavismo, quien encabezó una extravagante celebración en el
Parque Nacional Canaima –declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en
los años 90– que incluyó el trasladar a sus invitados a bordo de un helicóptero
hasta la cima de un tepuy, una formación milenaria y sagrada para los
indígenas, sin pedir autorización a ellos y en violación al Reglamento de
parques nacionales y monumentos naturales (Decreto No. 276 de 1989) que prohíbe
el aterrizaje de aeronaves civiles no autorizadas y las aglomeraciones de
personas en este tipo de lugares.
Un par de meses después de aquel
incidente que encendió el debate público y llegó a medios internacionales, la
Agence France Press (AFP) confirmó a través de una fuente del Ministerio
Público que no hubo daños en el tepuy tras el festejo. Sin embargo, no hubo
pronunciamiento alguno sobre el incumplimiento del reglamento.
Más preocupantes que las fiestas
sobre montañas milenarias son las construcciones dentro de los parques
nacionales, que durante 2022 tampoco dieron tregua. En Mochima, parque marítimo
de playas e islotes en el oriente venezolano, se abrió a mediados de año una
posada sobre un pequeño montículo de arena en medio del mar abierto: Isla
Piscina. Aunque la construcción se autopromociona como ecofriendly, se edificó
sobre las ruinas de una casona derribada para sanear la zona luego de que se
decretara parque nacional. Este, junto a dos proyectos en maqueta, ponen en
jaque la subsistencia de un ecosistema vulnerable.
«Cada día es más evidente la
intención de irrespetar las áreas protegidas con actividades prohibidas»,
afirmó Vilisa Morón, bióloga y presidenta de la Sociedad Venezolana de
Ecología, quien pone como ejemplo, entre otros casos, la construcción de una
plaza dentro del Monumento Natural Cerro María Lionza, donde se instaló una
estatua; o el impedimento que tienen los guardaparques de entrar a algunos
sectores del parque nacional Sierra Nevada, donde la empresa estatal Venezolana
de Teleféricos (Ventel) está señalada de haber edificado un sendero y un
mirador de forma ilegal; o el paso de bicicletas al parque nacional Cerro
Ávila, a pesar de estar fuera de la norma que rige este espacio.
«Las áreas protegidas fueron
reconocidas por su valor ecológico, servicios ambientales y representatividad
de la biodiversidad del país”, refirió la especialista, y acotó que su
vulneración refleja “la visión extractivista y cortoplacista de una política
económica” que debería “planificar, diversificar, buscar la interoperabilidad y
la buena gobernanza” en estos territorios fundamentales.
Fuera de las áreas naturales
protegidas, está la crítica que despertó la declaración de la Isla La Tortuga,
al nororiente del país, como Zona Económica Especial. El plan de Nicolás Maduro
es impulsar el turismo a partir del levantamiento de 10 hoteles de lujo y una
pista de aterrizaje, que va en detrimento de las actividades de bajo impacto
ambiental que, de acuerdo con activistas y científicos, se deben desarrollar
allí. Leer texto completo aquí: https://es.mongabay.com/
“Defender el Agua es Defender la Vida”