23/12/21

HIDROBOLETÍN FENTAP 3872: PERÚ - Amazonas: más de S/ 1,6 millones para mejorar servicio de agua en Chachapoyas. El MVCS informó que elaborarán las fichas técnicas para la construcción de un reservorio y una obra de captación de agua en los distritos de Chachapoyas y Levanto

 Jueves, 23 de diciembre de 2021 – Año XV – Edición 3872 – http://hidroboletinfentap.blogspot.pe


La FENTAP informa:

PERÚ - Amazonas: más de S/ 1,6 millones para mejorar servicio de agua en Chachapoyas. El MVCS informó que elaborarán las fichas técnicas para la construcción de un reservorio y una obra de captación de agua en los distritos de Chachapoyas y Levanto

PERÚ – Ucayali. Reyes, el talentoso estudiante que purifica el agua que consume la población de San Martín. A sus 24 años, el joven divide su tiempo entre sus clases virtuales en la Universidad Peruana Unión, sede Tarapoto, y sus labores en la empresa Emapa San Martín S. A., que presta servicios de agua potable y alcantarillado sanitario en su región

PERÚ - Los jueces que vigilan el agua en las alturas de Áncash. En la provincia ancashina de Corongo, las comunidades realizan prácticas ancestrales para limpiar los canales de regadío y distribuir el agua entre su población. Se organizan bajo la autoridad de los Jueces de Agua, una mezcla de tradición y gestión de la infraestructura natural prehispánica, para garantizar la seguridad hídrica

BOLIVIA - La lucha de las mujeres guaraníes contra la sequía en el Chaco boliviano. Las guaraníes de las comunidades de Timboy Tiguasú, Pozo del Anta y Yaguacua, en Bolivia, lideran la producción y el mantenimiento de huertos comunitarios. Es su modo de resistencia colectiva ante las fuertes sequías, que impactan al municipio de Yacuiba. Así, resguardan la seguridad alimentaria de sus familias

Amazonas: más de S/ 1,6 millones para mejorar servicio de agua en Chachapoyas

El MVCS informó que elaborarán las fichas técnicas para la construcción de un reservorio y una obra de captación de agua en los distritos de Chachapoyas y Levanto  

El Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento (MVCS) informó que se transferirá un total de S/ 1 millón 664.773 a la Empresa Prestadora Municipal de Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Amazonas (EMUSAP S.A.) para mejorar el servicio de agua potable en los distritos de Chachapoyas y Levanto, provincia de Chachapoyas en la región Amazonas.

Los recursos transferidos permitirán elaborar las fichas técnicas para la construcción de un reservorio en la localidad de Chachapoyas, para lo cual se tiene destinada una inversión de S/ 334.695. Además, se contempla otra obra de captación de agua en la localidad de Cahuc, el cual suma S/ 1 millón 330.078, en el distrito de Levanto.

El Organismo Técnico de la Administración de los Servicios de Saneamiento (OTASS) será el responsable de supervisar la correcta ejecución de los recursos y verificará el cumplimiento de las metas previstas. También informaron que la inversión a favor de EMUSAP S.A. debe ser destinada únicamente para los fines establecidos.

Cabe señalar que el OTASS tiene entre sus competencias fortalecer las capacidades de las empresas prestadoras de servicios de saneamiento (EPS) a nivel nacional para mejorar su gestión y administración. https://larepublica.pe/


HIDROREGIONES PERÚ

Reyes, el talentoso estudiante que purifica el agua que consume la población de San Martín

Acceder a agua potable es uno de los mayores problemas que afrontan los peruanos, en especial los que viven en zonas rurales o marginales. Desde muy joven Reyes Rivera Cotrina mostró interés en lograr que su familia y amigos consuman agua pura y sabía que estudiando podría alcanzar su sueño. Conozcamos su valiosa historia de esfuerzo.

“Estudiar es la base del éxito”. Esa frase se repite una y otra vez Reyes Rivera Cotrina, hijo de padres dedicados al cultivo de cacao, frejoles y maíz en su natal San Martín. Desde niño, se trazó como meta convertirse en profesional para ser el orgullo de su familia. En el 2015 lo consiguió. Fue el primero y el único de sus seis hermanos en pisar una universidad y seguir sus estudios superiores gracias a una beca que le otorgó el Estado peruano. Le falta solo un ciclo para graduarse de la carrera de Ingeniería Ambiental y, en la actualidad, trabaja en el tratamiento y purificación del agua que consumen los pobladores de su comunidad.

A sus 24 años, el joven divide su tiempo entre sus clases virtuales en la Universidad Peruana Unión, sede Tarapoto, y sus labores en la empresa Emapa San Martín S. A., que presta servicios de agua potable y alcantarillado sanitario en su región. “Estoy en la unidad operativa como asistente de producción y tengo a mi cargo a 12 operadores. Monitoreo el control de insumos, verifico cómo se está realizando el tratamiento del agua para el consumo humano. Todo el tratamiento lo realizo gracias al apoyo de mis operadores”, indica el beneficiario de Beca 18 del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación.

Reyes detalla que para el tratamiento captan el agua de la cuenca del río Huallaga a través de una bomba. Luego, el agua pasa a la planta, donde se realiza la sedimentación de las partículas, la aplicación de coagulante, el filtro y el clorado. Una vez culminado estos procesos, se deposita a los reservorios y finalmente se distribuye. “Me gusta mi trabajo porque ayudo a que más personas se abastezcan de este recurso tan escaso. Beneficiamos a la población de la provincia Picota y otros sectores, como Pumahuasi, Santa Rosa, Santa Rosillo y San Cristóbal de Puerto Rico”, comenta.

Junto con su compañera Sheyka Flores Tauma, trabaja además, en la tesis sobre la remoción de la turbidez de las aguas residuales domésticas aplicando el frejol huasca de la selva para su titulación en la carrera de Ingeniería Ambiental. “Queremos ver el nivel de eficiencia que tiene este frejol para disminuir la turbidez de las aguas residuales. Vamos a reemplazar el sulfato de aluminio por la harina del frejol huasca. La idea es mover el nivel turbidez del agua residual antes que desemboque en los cuerpos hídricos (ríos) para evitar que se contamine en gran cantidad”, explica.

Camino al éxito

“Me enteré por las redes sociales sobre el concurso Beca 18, modalidad Ordinaria, y no dudé en presentarme. Estuve esperando esa oportunidad desde tercero de secundaria. Mi familia es de bajos recursos económicos y fue una emoción para ellos saber que no iban a asumir los gastos de mis estudios”, cuenta el becario.

Su etapa universitaria no fue fácil. “Quise desertar en el primer ciclo. No entendía los temas, pero poco a poco le fui agarrando el ritmo, investigando y empapándome más sobre la Ingeniería Ambiental”, confiesa Reyes. Desde el colegio, él se esmeró en sacar buenas calificaciones y llenar su casa con cartones de diplomas. En su universidad no es la excepción. Hasta el octavo ciclo de su carrera, ocupó el primer puesto en su especialidad, ha obtenido reconocimientos y hasta fue designado como classmate para dictar clases de reforzamiento a estudiantes de ciclos menores.

Reyes, quien creció en el distrito de Agua Blanca, provincia de El Dorado, aún no se gradúa, pero ya se está planteando nuevos objetivos. A penas se titule, sueña con realizar una maestría en Gestión Ambiental en la Universidad Nacional de San Martín. Quiere complementar con otra maestría en ordenamiento territorial en alguna universidad nacional de Lima, y ¿por qué no? Salir al exterior y seguir un posgrado en una institución educativa del primer mundo. Nada es imposible para él.

“Todos mis logros se los debo a mis padres, sobre todo a mi mamá Joanhy, quien sin tener educación siempre me alentó a seguir esforzándome. Agradezco también al Pronabec que con Beca 18 me cambió la vida en muchos aspectos, no solo en lo académico, sino también en lo social y en mi futuro como profesional”, asegura. A los jóvenes, les deja como mensaje que tengan mucha disciplina y perseverancia. “Sigan adelante”, dice y vuelve a recalcar: “No olviden que estudiar es la base del éxito”. https://gestion.pe/


Los jueces que vigilan el agua en las alturas de Áncash

"Buenos días, don Epifanio", se escucha. Él levanta la mano y responde con generosidad. Su caminar cansino es seguido con admiración y respeto. Epifanio Olivos tiene 73 años de edad y es, por segunda vez, Juez de Agua de la parte alta, una de las dos zonas en las que está dividido el distrito de Corongo, en Áncash, y ya se inscribió para serlo nuevamente el 2032, en la parte abajo.

Don Epifanio explica que, en Corongo, ser Juez de Agua es uno de los actos más importantes en esta localidad. Por eso, la lista de inscritos para ocupar este cargo en el libro de registro de la Comunidad de Regantes está cubierta hasta el 2032. Este es un tipo de juez que no firma sentencias, pero sí toma decisiones importantes: cuida que no escasee el agua durante los 365 días del año y organiza las principales fiestas típicas en nombre de este recurso del que dependen todos.

—Aquí, el agua es como oro —proclama Epifanio Olivos—, hay que cuidarla.

Los Jueces del Agua es una estructura organizativa creada por los habitantes de esta ciudad del norte de la región Áncash. Ellos gestionan el abastecimiento de agua y cultivan, al mismo tiempo, la memoria histórica local, cuyos orígenes datan de la época prehispánica. Sus valores sociales se basan en la empatía, la equidad y la solidaridad, según destaca la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

El sistema tradicional de Jueces de Agua fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura, en el 2013, por su valor histórico, pues considera que acopla una tradición indígena con influencias españolas que impacta de manera positiva en la vida cotidiana de los ciudadanos de Corongo.

El sistema de los Jueces de Agua ha dividido al pueblo en dos: Parte arriba para propietarios de terrenos agrícolas ubicados en la zona norte del distrito y parte abajo, para los del sur. Para cada sector, existe un Juez de Agua. Cada autoridad cuenta con el apoyo de pobladores denominados Campos y Cabecillas. Los Campos son encargados de supervisar el cumplimiento de las disposiciones del juez, mientras que los Cabecillas son el soporte para el desarrollo de la fiesta patronal de la ciudad.

Parte del trabajo que realizan los Jueces del Agua está articulado al mantenimiento y recuperación de la infraestructura natural. Vivien Bonnesoeur, especialista del Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina (Condesan), precisa que se considera como infraestructura natural a los suelos, la vegetación, la geología, los ríos y los humedales que forman los ecosistemas.

—Yo tengo seis Campos, ellos son mi apoyo —explica Epifanio Olivos, en referencia a los supervisores—. A veces, es difícil conseguir Campos, pues el trabajo es sin paga y tienen que dedicar 15 días al mes para supervisar el adecuado uso del agua que piden los usuarios.

Don Epifanio habla con frases cortas. A veces, responde con monosílabos, estilo que cambia cuando comenta con orgullo que el 2032 será nuevamente Juez de Agua. Será la tercera vez que ocupe tan importante cargo. La primera ocasión fue en el 2008. A pesar de los años transcurridos, Epifanio asegura que mantiene sus ideales y el compromiso con las tradiciones de Corongo.

Una de las costumbres andinas vinculadas con el agua es la limpieza de los canales de regadío. Esta actividad se realiza en los meses de sequía, lo que garantiza que, en época de lluvia, el agua transite con normalidad. En Corongo, la limpieza de las acequias se realiza el 7 y 8 de enero. La jornada comunal se inicia en el trasvase de Ocshamarca, un canal de cinco kilómetros de extensión que fue refaccionado el año 2000 y que adaptó su infraestructura inca a una de cemento para maximizar su utilidad y evitar la pérdida de agua, por derrumbes o bloqueos.

—Nuestros antepasados realizaban siembra y cosecha de agua. Nosotros traemos agua desde la laguna de Pojoj y desde el sector de Ocshamarca —cuenta Epifanio Olivos—. Nuestra función como Jueces del Agua es garantizar que nunca nos falte agua.

Don Epifanio se para sobre los canales y mira con satisfacción la gran cantidad de agua que este año baja de las alturas de Corongo. Los coronguinos, guiados por el Juez de Agua, se preocupan por abastecer sus canales durante todo el año. Para ello, usaban la laguna de Pojoj, que está formada por dos represas naturales, conocidas como hembra, la más pequeña, y macho, la más grande.

Con el transcurrir de los años y el cambio climático, fue necesario buscar mayores afluentes hídricos para abastecer sus necesidades de riego. Hoy, el principal afluente de agua es el río Corongo, que nace en las alturas del sector llamado Tuctubamba, y se abastece con las aguas de la laguna de Pojoj y del canal de Ocshamarca, que se nutre del río Quilloron.

Las aguas de Pojoj y de Ocshamarca se unen en el sector de Yacu Ishquimoj, donde se inicia el incremento del caudal del río Corongo. Luego, son distribuidas equitativamente por los canales Mashjonja, para la parte arriba, y Ayatajshakuna, para la parte abajo.

Don Epifanio cuenta que, desde el año 2000, han ido mejorando los canales de captación de agua y han hecho gestiones para ponerle cemento a los canales. "Antes, el agua que pasaba por los canales rústicos se rebalsaba constantemente y nos perjudicaba", recuerda.

Los miembros de la comunidad de Corongo aprovechan los canales de riego incas para garantizar el abastecimiento de agua de las comunidades. "La limpieza tradicional de estos conductos y su reforzamiento con material de concreto supone un mejor aprovechamiento de este recurso", explica don Epifanio.

Cuando don Epifanio camina supervisando los canales de regadío es como si no existiera nada a su alrededor. Su concentración solo se rompe al observar algunos conductos sucios o cuando observa cómo algunos pobladores usan el riego por aspersión. Cada terreno tiene una dotación de agua por horas y su ciclo de distribución es quincenal.

Siembra de agua y tradición

Los canales de riego principales son Mashjonja, para la parte arriba, con una extensión de 2.5 kilómetros, y Ayatajshakuna, para la parte abajo, con una extensión de 1.5 kilómetros. Estos acueductos llevan agua a los reservorios de Pariacana y Mirador. "Es una forma de siembra de agua: acumular el recurso hídrico en tiempo de lluvia, con el fin de cosecharlo en la época de sequía", según destaca el Ministerio de Cultura.

Corongo se encuentra en el Callejón de Conchucos. Estudios realizados por el investigador Gilberto Collazos, señalan que su nombre proviene de la lengua Culle, cuyo significado es País del Agua. Por ello, no es raro encontrar en su territorio canales preincas que han sido refaccionados. Según algunos historiadores, como Fausto Liñán, en Corongo se diseñaron andenerías para el adecuado sembrío de papa y maíz, que eran abastecidos por los canales Cunyac y Ocshamarca, que se usan en la actualidad.

—El 7 y el 8 de enero de todos los años se realiza la limpieza general de todos los canales que traen agua a nuestros reservorios —explica el historiador Fausto Liñán—. Los canales pequeños los limpian los usuarios de cada sector.

En Corongo, los pobladores tienen el compromiso de no olvidar las costumbres ancestrales. Por ello, transmiten sus conocimientos a las nuevas generaciones, a través de estrategias como el proyecto Pequeños Jueces de Agua, destinado a estudiantes de nivel primario. Con esta iniciativa, los menores de edad son preparados por los docentes y los ex jueces de agua, como Juan Armijo.

—Queremos que las tradiciones se respeten, que todo lo que hemos heredado de nuestros abuelos se mantenga —reflexiona el ex juez Armijo—. El respeto por el agua y el medio ambiente, nuestros canales prehispánicos y nuestros valores deben permanecer por siempre.

Ser Juez de Agua en Corongo es respetar los valores ancestrales, tal como lo hicieron Ambrosio Cerdán, primer Juez de Agua en el Perú (1785), Francisco Liñán (Juez de Agua en 1933) y Humberto Malpica (Juez de Agua en 1968, 1989 y 2008), según lo registra el Ministerio de Cultura.

De acuerdo con las creencias de su población, los Jueces de Agua respetan los canales de riego construidos por los incas para generar prosperidad en la agricultura. Si bien la denominación de este cargo es española, la costumbre ancestral de uso sostenible del agua representa para las comunidades peruanas los valores de equidad y reciprocidad, según lo ha registrado la Dirección de Patrimonio Inmaterial del Ministerio de Cultura.

La población de Corongo ha sabido vincular estas prácticas con sus tradiciones, a través de los Jueces de Agua, como lo evidencia el relato de don Epifanio. Ellos se encargan de organizar las principales fiestas y, sobre todo, de gestionar y garantizar la sostenibilidad del recurso hídrico para su comunidad. https://convoca.pe/


HIDROMUNDO

La lucha de las mujeres guaraníes contra la sequía en el Chaco boliviano

Al menos unas 50 mujeres de las comunidades guaraníes de Yaguacua, Timboy Tiguasú y Pozo del Anta —del municipio tarijeño de Yacuiba, ubicado al sur de Bolivia— se convirtieron en guardianas de su territorio ante los impactos de la crisis climática. Desde 2019, lideran una batalla contra la poca variedad de alimentos y la desertificación de esta región. Lo hacen a través de huertos comunales, pequeños oasis que traen esperanza a familias indígenas.

“Es importante cuidar la tierra para alimentarse adecuadamente, cuidar el monte y la poca agua que tenemos, porque si no nos quedaremos cada vez sin cosecha, sin nada y eso es preocupante”, explica la exMburuvicha (capitana grande) Hilda Vallejos Coímbra.

Ella y otras mujeres de las tres comunidades que forman parte del Territorio Indígena Yaku-igüa, perteneciente a la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), diversificaron la producción con hortalizas y vegetales, para alimentarse mejor durante la crisis sanitaria por Covid-19. A partir de ello tomaron conciencia de la importancia de proteger la seguridad alimentaria.

Ante el abrupto cambio del clima, las familias de Yaguacua y otras comunidades del sector se vieron afectadas por sequías y heladas, que se dieron con más fuerza en los recientes cinco años.

En ese contexto, las mujeres de este lugar, de Timboy Tiagusú y Pozo del Anta, tomaron las riendas del manejo de las huertas comunitarias, debido a la conexión que tienen aún con su territorio. Algunas asumieron como Mburuvichas (nombre en guaraní que también se da a la capitana grande o primera autoridad de la comunidad) de los huertos comunales, donde lideran el proceso.

Las mujeres de la comunidad Timboy Tiguasú se reúnen en el huerto comunal, donde siembran colectivamente hortalizas y vegetales. Esta labor la hacen desde que comenzó la pandemia de Covid-19. En aquel momento, se dieron cuenta que necesitaban alimentos más nutritivos y decidieron diversificar su dieta.

Las mujeres de la comunidad Yaguacua siembran hortalizas durante los meses de agosto y septiembre. Esta acción permite introducir nutrientes al suelo y generar espacios húmedos. La implementación de los huertos comunales es fundamental para aminorar la extrema sequía y la desertificación. 

Las huertas comunales de las tres comunidades son un aporte para resguardar la seguridad alimentaria de unas 700 personas. Todos los miembros de cada comunidad se hacen cargo de manera colectiva de la actividad, pero hay una mayor presencia de mujeres.

En la huerta comunitaria de Yaguacua comenzaron a plantar lechuga, nabo, acelga, cebolla y remolacha para humedecer la tierra. Además, estos cultivos se combinan con la siembra de árboles de limón, pomelo y naranja, con el fin de tener sombra para la plantación de hortalizas y, así, generar microclimas que ayuden a potenciar la producción.

El ingeniero forestal del Centro de Estudios Regionales para el Desarrollo de Tarija (Cerdet), Samuel Flores, recuerda que entre las causas de la crisis climática están la deforestación y el avance de la frontera agrícola y ganadera. “Es un proceso provocado por la acción humana (lo que sucede acá)”, acota.

Esta es una de las realidades que afecta a las comunidades del Chaco, pues la frontera agrícola de soja se amplía cada vez más e incluso bordean las zonas indígenas.

Grandes áreas fueron deforestadas debido a la actividad agrícola en la frontera de Pozo del Anta, donde producen de forma mecanizada maíz y soja. Las que lideran esta actividad son las colonias menonitas, según Flores.

Debido a la deforestación de la zona, muchos riachuelos que suministran agua a las comunidades indígenas se ven cada vez más secos y con poca afluencia. En el lugar se deforesta, además, para abrir caminos con el fin de sacar producción agrícola industrial hacia Santa Cruz.

A la Mburuvicha de la comunidad Yaguacua, Mari Isabel Córdova, le preocupa la sequía que amenaza a su territorio, que repercute en el abandono de las comunidades de parte de los más jóvenes que migran por las pocas posibilidades de sobrevivir a corto y largo plazo.

Una comunaria de Yaguacua riega manualmente un sector de la huerta. Este es un trabajo que deben hacer periódicamente para evitar que lo recién sembrado se pierda debido a los 30°C del lugar.

Los baldes de plástico son la compañía permanente de las comunarias, quienes las llevan casi a todos lados para recibir agua y aprovechar el bombeo, que funciona pocas veces a la semana. Esta tarea depende, además, de que haya gasolina para el motor que la activa.

Si bien esta zona del Chaco se caracteriza por ser seca y con tierras áridas, los impactos del acelerado cambio climático golpean aún más a esta región. Por eso, las guaraníes de estas comunidades aprenden, también, a implementar otros sistemas de recolección de agua, como la cosecha de la poca lluvia que a veces cae por allí y el almacenamiento de este recurso.

A partir de 2019, la comunidad de Timboy Tiguasú usa la “bolsa tanque”, que es un recipiente de lona en el que se recolecta de los pozos y rellena cada semana, aproximadamente, 5.000 litros de agua. Esta bolsa fue facilitada por el Cerdet y el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI).

La dinámica del cuidado de los huertos depende de todas las integrantes, quienes tienen tareas específicas individuales, pero también labores conjuntas cada semana.

Rosabel Villalba Soto, de 33 años, es una de las encargadas del cuidado de las huertas comunitarias de Timboy Tiguasú, donde también se producen calabazas. Este es uno de los productos que tradicionalmente sembraban las comunidades tanto para el autoconsumo como para la venta a pequeña escala.

Muchas mujeres de la comunidad Timboy Tiguasú están a cargo del cuidado de las huertas comunitarias y colocan unos pequeños carteles para dejar una representación de que son parte de este proyecto. El trabajo comunal en las comunidades indígenas es vital en la cultura guaraní.

El maíz es un alimento muy importante para las comunidades Yaku-igüa: no sólo los representa culturalmente, sino que es uno de los principales productos de consumo alimenticio para las familias guaraníes.

Por ello, a la par de la siembra de hortalizas, continúan con la producción de maíz nativo y se resisten a la incorporación de semillas transgénicas de este producto, que en los últimos años ingresó, de manera ilegal, al Chaco boliviano.

Rosa Baldiviezo (36 años), de la comunidad Timboy Tiguasú, posa con su pequeña hija de dos años, en su huerta familiar. Ante la implementación del huerto comunal, muchas familias mencionan que tomaron conciencia en torno a la calidad y diversidad de su alimentación, por eso comenzaron a sembrar en los patios de sus casas.

Recolectar agua es una de sus labores diarias de Hilda Vallejos Coímbra (39 años), agricultora y excapitana de la comunidad Pozo del Anta. Lo hace muchas veces en varios recipientes pequeños de plástico en las horas puntuales en las que se bombea agua durante la semana.

El sueño y la meta de las mujeres de estas comunidades guaraníes del Chaco boliviano es seguir aprendiendo nuevas y mejores formas de alimentar a sus familias, reforzando la unión de su pueblo a través del trabajo colectivo, y así también evitar que se queden vacíos por la migración, y cuidar su territorio frente el avance de la frontera agrícola. https://www.eldiarioar.com/


“Defender el Agua es Defender la Vida”

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